Los jueces no tuvieron dudas de la culpabilidad y le aplicaron al depravado sexual la mayor de las penas contempladas por el C'odigo Penal.
Claudio Valente, conocido como el Violador Céntrico por sus reiterados ataques sexuales a mujeres en el año 2014, fue condenado por unanimidad en cuanto a la culpabilidad y por mayoría a la pena de 50 años de prisión.
Los jueces Aldo Carnevale, Facundo Gómez Urso y Juan Galarreta –en reemplazo de Pablo Viñas- del Tribunal Oral Nº1 dictaron la sentencia tras considerar probado que Valente secuestró a cinco mujeres para luego violarlas, robarles y finalmente liberarlas.
Valente no se encontraba en la sala de audiencias del séptimo piso durante la lectura del fallo, ya que solicitó no escucharla.
La pena es similar a la pedida por el fiscal Oscar Deniro y de los abogados representantes de las víctimas.
“Es un fallo que para las victimas es un aliciente, pero simplemente eso. El dolor se vive permanentemente. La contención familiar y profesional es la que puede ayudar a las víctimas a rehacer sus vidas. En este caso la Justicia es meramente simbólica, merecida, justa, pero pensando en las víctimas es una situación que no cicatriza”, dijo Facundo Capparelli, abogado de uno de las víctimas.
Los jueces Gómez Urso y Aldo Carnevale coincidieron en aplicar una pena de 50 años de prisión, mientras que Galarreta, conocido por su doctrina garantista y próxima a la línea Zaffaroni, entendió que no podía penarse con más de 25 años de encierro.
Utilizando jurisprudencia de la instancia de Casación, el juez Gómez Urso, respaldado por Carnevale, sostuvo que “considerando que, matemáticamente, a Valente le corresponderían 199 años de prisión (de acuerdo a la suma de los máximos de los delitos atribuidos), entiendo aplicable, de acuerdo con las agravantes valoradas, la pena de 50 años, tope máximo previsto por el artículo 55 del Código Penal”.
El depravado que tenía
su propio método
Uno de los puntos destacados del fallo fue aquel en el que se definió a Valente como un violador serial, entre otras cosas por el protocolo utilizado para “atracar a las víctimas”.
“Su manera de planificar y ejecutar los aberrantes atracos operó como una marca registrada o sello personal que definió su rol protagónico en todos los casos”, dice el fallo en el voto de Gómez Urso.
Ese accionar coordinado y planificado fue distinguido por los jueces, que entendieron que hubo coincidencia inmediata con la llegada de Valente a Mar del Plata, la existencia de una Zona Primaria, ya que siempre inició sus agresiones en la misma zona, delimitada por el centro de la ciudad y próxima al hostel en el que residía. Ese territorio fue su “coto de caza”.
También se estableció que tenía un horario fijo, a partir de las 22, y un “kit de violador”. Valente salía siempre con su mochila con pastillas de clonazepam, viagra, crema o gel y una navaja o cuchillo.
En su método había un merodeo previo y a pie, una uniformidad en el tipo de víctima (“fueron mujeres, de clase media y de buen aspecto”). También como “marca registrada” Valente mostró preferencia por atacar sexualmente a dos mujeres a la vez.
Excepto en un caso, Valente elegía víctimas con automóviles, de gama y tamaño intermedio, las abordaba en el momento de ascender o descender del rodado y utilizaba un pequeño cuchillo.
Luego Valente usaba una frase inicial en el abordaje para disimular sus verdaderas intenciones. Decía que lo perseguían o que estaba en peligro. En el transcurso de todos los ataques el “Violador Céntrico” se mostraba muy locuaz y consciente del dominio que ejercía. Otra frase propia de su “marca registrada” fue insistir en que no les haría daño y que no era un violador ni un asesino.
La investigación demostró que sistemáticamente suministraba ansiolíticos para que se tranquilizaran, intimidaba a una víctima mientras violaba a la otra (“no vas a dejar a tu amiga sola en esto”) y la duración de los hechos eran siempre períodos próximos a las dos horas.
Trofeos
Otro de los puntos en común que definen a Valente como un “violador serial” es el de los trofeos. Gran parte de los bienes robados los guardó, no se desprendió de ellos sino los guardó consigo.
Tenía un lugar predestinado aunque desconocido, por eso pedía orientación a las víctimas. Valente llevó a sus víctimas a la zona sur de la ciudad, pasando el faro, del lado de los acantilados, próximo a la playa.
Valente fumaba cigarrillos con un fuerte olor antes de abusar de sus víctimas. Al ser aprehendido, llevaba en su mochila dos paquetes de cigarrillos mentolados.
Terminaba los abusos siempre con la misma frase: “ahora quiero que me hagan acabar” y el formato de los ataques se reiteró siempre. Todos los accesos fueron vía anal y sin preservativos, y en todos los casos limpió a sus víctimas o las obligó a limpiarse con pañuelos descartables.
El “consejo” que les dio a las mujeres atacadas fue que denunciaran el robo y no el abuso. Siguiendo su protocolo, les decía que esperaran unos minutos, que luego se fueran, que tomaran un colectivo y que no pararan a ningún auto.
Siempre les sustrajo los teléfonos celulares y se retiró en el vehículo de las víctimas.